Roberto FLEISCHER-HARO
HERMOSILLO.- Desde que el hombre apreció en la faz de la tierra se convirtió en un ser curioso y probablemente juguetón. La pregunta surge sola: ¿cuál habrá sido el primer juguete de los niños en esa época de la historia de la humanidad?
Si, como se podría pensar, vivían en cavernas, lo único que podían tener a la mano serían unos cuantos guijarros, que vendrían a ser las primeras canicas; algunos huesos restos de antiguas comidas y algunas ramas. Esto, por cierto no es sino una presunción, pero bien vale la pena hacer el ejercicio de imaginar esa escena. ¿Esto, de por si, es también un juego, o no?
Como se habrá podido apreciar es prácticamente imposible determinar el origen de los juguetes, pero se sabe que ya en el antiguo imperio romano los niños se divertían con muñecas de marfil, en el Egipto de los Faraones tenían también pequeñas estatuillas y animalitos, en el Perú pre-inca existían muñecas de trapo.
Sin embargo, el adelanto ha traído consigo una serie de desventajas. Los niños de la mitad del Siglo XX, que ya accedían a la televisión podían “jugar al doctor” con sus respectivos juguetes porque veían la pantalla chica, “a los vaqueros e indios” con caballito de palo, sombrero y pistolas y penacho de plumas; “a la guerrita” con soldaditos con armas sofisticadas de material plástico.
Por la inseguridad en que vivimos, a los padres de familia se nos obliga a tomar medidas apremiantes hasta en los juegos de nuestros hijos y por ende normar la compra de juguetes bélicos con que practiquen sus actividades, sin que lleguen a imitar las acciones que con frecuencia ven en los aparatos televisivos, películas, historietas, libros y equipos deportivos que incluyen juguetes en sus líneas oficiales de mercadería.
Desde los años 60, en Estados Unidos y Europa, la mercadotecnia comenzó a poner atención en los niños como consumidores, por el acceso que tenían al dinero y por la influencia que ejercían sobre sus padres.
Así es que para limitar y prohibir su venta se entiende por juguetes bélicos, “todos aquellos objetos, instrumentos o réplicas que imiten cualquier clase de armas de fuego, sean éstas cortas, largas o de artillería; blancas, sean éstos contundentes, arrojadizas, de puño o de corte o de asta y de guerra, como tanques, aviones de combate o barcos, utilizados por las fuerzas armadas, y los organismos de seguridad de un Estado o Municipales, u otra clase de armas”.
Aparte de que los juguetes deben ser hechos de materiales no tóxicos, el tamaño del juguete, dependiendo de la edad del niño, no debe ser menor que el diámetro de la tráquea, de acuerdo al instrumento de medición que la industria creó con este fin. Otra consideración en la construcción del juguete es la de procurar no tener orillas filosas, o picos.
Requerimientos, regulaciones y estándares locales y federales deben ser observados en la manufactura de juguetes.
La exposición anterior nos conlleva al penoso caso sucedido en el Jardín de Niños “Juan Manuel Gutiérrez Nájera” ubicado en la Col. Solidaridad, donde un infante de escasos 4 años colocó jugando con su maestra unas esposas al parecer de juguete, artefacto utilizado por elementos policíacos para inmovilizar las manos de los detenidos.
Y sin poder, saber dar la solución adecuada al incidente tomaron una medida fuera de lo normal comunicando ante las autoridades policíacas y bomberos los hechos, lo que provocó que se generalizara en los medios de comunicación y se le diera irresponsablemente una difusión errónea por tratarse de un caso donde participaba un niño, no siendo este un problema trascendental.
La responsabilidad de inculcar principios y buena conducta a nuestros hijos es de los padres, pero también los segundos padres son los maestros a quienes encomendamos la educación del presente y futuro de nuestros vástagos.
Recordemos que los niños son inquietos por naturaleza.
Roberto Fleischer Haro
Egresado de la IV generación de la Escuela de Policía
Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583
E-Mail rfleischer-44@hotmail.com
HERMOSILLO.- Desde que el hombre apreció en la faz de la tierra se convirtió en un ser curioso y probablemente juguetón. La pregunta surge sola: ¿cuál habrá sido el primer juguete de los niños en esa época de la historia de la humanidad?
Si, como se podría pensar, vivían en cavernas, lo único que podían tener a la mano serían unos cuantos guijarros, que vendrían a ser las primeras canicas; algunos huesos restos de antiguas comidas y algunas ramas. Esto, por cierto no es sino una presunción, pero bien vale la pena hacer el ejercicio de imaginar esa escena. ¿Esto, de por si, es también un juego, o no?
Como se habrá podido apreciar es prácticamente imposible determinar el origen de los juguetes, pero se sabe que ya en el antiguo imperio romano los niños se divertían con muñecas de marfil, en el Egipto de los Faraones tenían también pequeñas estatuillas y animalitos, en el Perú pre-inca existían muñecas de trapo.
Sin embargo, el adelanto ha traído consigo una serie de desventajas. Los niños de la mitad del Siglo XX, que ya accedían a la televisión podían “jugar al doctor” con sus respectivos juguetes porque veían la pantalla chica, “a los vaqueros e indios” con caballito de palo, sombrero y pistolas y penacho de plumas; “a la guerrita” con soldaditos con armas sofisticadas de material plástico.
Por la inseguridad en que vivimos, a los padres de familia se nos obliga a tomar medidas apremiantes hasta en los juegos de nuestros hijos y por ende normar la compra de juguetes bélicos con que practiquen sus actividades, sin que lleguen a imitar las acciones que con frecuencia ven en los aparatos televisivos, películas, historietas, libros y equipos deportivos que incluyen juguetes en sus líneas oficiales de mercadería.
Desde los años 60, en Estados Unidos y Europa, la mercadotecnia comenzó a poner atención en los niños como consumidores, por el acceso que tenían al dinero y por la influencia que ejercían sobre sus padres.
Así es que para limitar y prohibir su venta se entiende por juguetes bélicos, “todos aquellos objetos, instrumentos o réplicas que imiten cualquier clase de armas de fuego, sean éstas cortas, largas o de artillería; blancas, sean éstos contundentes, arrojadizas, de puño o de corte o de asta y de guerra, como tanques, aviones de combate o barcos, utilizados por las fuerzas armadas, y los organismos de seguridad de un Estado o Municipales, u otra clase de armas”.
Aparte de que los juguetes deben ser hechos de materiales no tóxicos, el tamaño del juguete, dependiendo de la edad del niño, no debe ser menor que el diámetro de la tráquea, de acuerdo al instrumento de medición que la industria creó con este fin. Otra consideración en la construcción del juguete es la de procurar no tener orillas filosas, o picos.
Requerimientos, regulaciones y estándares locales y federales deben ser observados en la manufactura de juguetes.
La exposición anterior nos conlleva al penoso caso sucedido en el Jardín de Niños “Juan Manuel Gutiérrez Nájera” ubicado en la Col. Solidaridad, donde un infante de escasos 4 años colocó jugando con su maestra unas esposas al parecer de juguete, artefacto utilizado por elementos policíacos para inmovilizar las manos de los detenidos.
Y sin poder, saber dar la solución adecuada al incidente tomaron una medida fuera de lo normal comunicando ante las autoridades policíacas y bomberos los hechos, lo que provocó que se generalizara en los medios de comunicación y se le diera irresponsablemente una difusión errónea por tratarse de un caso donde participaba un niño, no siendo este un problema trascendental.
La responsabilidad de inculcar principios y buena conducta a nuestros hijos es de los padres, pero también los segundos padres son los maestros a quienes encomendamos la educación del presente y futuro de nuestros vástagos.
Recordemos que los niños son inquietos por naturaleza.
Roberto Fleischer Haro
Egresado de la IV generación de la Escuela de Policía
Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583
E-Mail rfleischer-44@hotmail.com