martes, 2 de marzo de 2010

LAS OREJAS GACHAS

Roberto FLEISCHER-HARO
HERMOSILLO.-
Día a día, las publicaciones especializadas nos están trayendo informaciones relativas a nuevísimos y originales métodos y formas de investigación criminal que van enriqueciendo cada vez más nuestro acervo cultural policial.
Entre estas novedades se encuentra, lógicamente, la técnica de identificación de sospechosos a través de las huellas de las orejas. El distinguido Jefe Policial Belga Sr. Scaillet, jubilado, nos explica cómo logró identificar a un malhechor, mediante este tipo de huellas.
Charleroi se encuentra a mitad del camino entre Bruselas y la frontera Francesa. Es una aglomeración urbana cuyo carácter industrial y cuya densidad de población, constituye los elementos determinantes de una delincuencia que plantea a la justicia problemas cada vez más numerosos y más difíciles.
Una serie de robos cometidos entre julio y diciembre de 1988 atrajo la atención de la Policía de Charleroi. Las averiguaciones, sobre todo las relativas al modus operandi, permitían establecer una relación entre esas diversas infracciones.
Tras largas investigaciones, se identificó y se detuvo a los actores: confesaron casi todos los hechos de que se les había inculpado. Aparte de los principales acusados, M... y F..., había cómplices que habían participado en diversos grados en uno u otro de los robos; tal era el caso de un cierto O... M...
Aunque al parecer, se había pedido dilucidar toda la actividad colectiva de esa banda, quedaba por esclarecer, en esa cadena de infracciones, un importante robo con violencia cometido en perjuicio de un farmacéutico, pero ninguno de los individuos detenidos confesaba ser autor de ese delito.
Es aquí donde la intervención del laboratorio de Policía Científica dependiente de la Policía de Charleroi resultó especialmente eficaz.
Al proceder a la inspección ocular, el operador del laboratorio había observado en el lugar de los hechos dos huellas de oreja, una de ellas en una ventana y la otra en una puerta de vidrio.
Parecía evidente que el malhechor, al apoyar la oreja en los vidrios, trataba de saber si el lugar estaba ocupado; la huella de su oreja izquierda era perfectamente visible. Se tomaron esas huellas y después de un momento dado se las fotografió cuidadosamente.
Después de la detención de M... y de sus cómplices, la Policía Judicial de Charleroi se preguntó si esas huellas eran de uno de ellos. El estudio del caso presentaba tanto más interés cuando que, pese a las sospechas que recaían sobre ello, los interesados hacían oídos sordos, y en todas las entrevistas negaban obstinadamente toda participación de los hechos.
Los operadores del laboratorio decidieron tomar las huellas de las orejas de los malhechores, esforzándose por hacerlo en condiciones idénticas a las circunstancias en que se había encontrado el ladrón. Se las ingeniaron para tomar las huellas en una placa de vidrio, en la que colocaron sus orejas (derecha e izquierda) los detenidos.
Una vez fotografiados minuciosamente los detalles, se procedió a un delicado trabajo de comparación que permitió eliminar rápidamente a M... y a F... por el contrario, ese trabajo hizo pasar más sospechas sobre O... M...
Se procedió a un examen más detenido, que no se limitó a la forma de la oreja y a su tamaño, sino que comprendió también del lóbulo, el antitrago, los pliegues y los bordes y todas las características que Bertillón fue el primero en estudiar en detalle desde el punto de vista criminalístico.
Se pudo apreciar inmediatamente que únicamente había estado en contacto con los cristales las partes en relieve de la oreja, pero es evidente que esas partes, en relieve están condicionadas por las cavidades: la concha, el canal intertraguial, y la foseta digital y la foseta navicular.
Con respecto a las orejas de O... M... y tomando en cuenta los datos, del Laboratorio de Policía Científica reprodujo esas fotografías en transparencias; superpuso las huellas ideales sobre las descubiertas en el lugar de los hechos; las superposiciones pusieron de manifiesto la concordancia de las huellas.
Había, evidentemente, muy ligeras diferencias, debidas a movimientos de la cabeza o a presiones más o menos fuertes sobre el vidrio en el momento de la impresión de las huellas.
Sea como fuera, los especialistas del servicio mencionado quedaron convencidos de la participación de O... M... en el robo. Por otra parte, sus conclusiones quedaron confirmadas poco después, porque O... M... dejó de hacerse el sordo y confesó su intervención en los hechos.
Se logró ese notable resultado, tanto por el conocimiento teórico del tema-la oreja- como por la minuciosidad con la que se hicieron las averiguaciones.
Consistieron éstas en aplicar las teorías de Bertillon, utilizando, en primer término, la técnica general de toma de huellas (digitales, palmares, etc.), después a un examen comparado de fotografías y por último, a la superposición de positivas en películas transparentes.
No se trata de un descubrimiento sino de una aplicación inteligente de una fórmula conocida a un caso muy raro.
Sin duda O... M... medita en la cárcel con las orejas gachas, sobre las vicisitudes de la vida de un ladrón.
Tomado del programa Internacional para el Adiestramiento en la Investigación Criminal (ICITAP), del Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América.

Roberto Fleischer Haro
Egresado de la cuarta generación de la Escuela de Policía
Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583
E-Mail
Rfleischer_44@hotmail.com