lunes, 30 de noviembre de 2009

NO HAY QUE RENDIRNOS

Roberto FLEISCHER-HARO

HERMOSILLO.- Que lamentable los hechos suscitados en esta ciudad el día 25 de Noviembre, donde falleció ahogada una jovencita de 14 años de edad quién acompañada de unos condiscípulos estudiantes de la escuela secundaria número tres, ubicada en la Col. San Luis. Estos jovencitos se trasladaron a una pila que se localiza en la parte norte, rumbo al cerro de la misma colonia a unos metros del rancho “la escondida”.
Este accidente y otros anteriores, nos hacen reflexionar para alcanzar la meta en la cultura de la prevención para con nuestros hijos, con el propósito que requiere de cambio de hábitos, de actitudes de vida, lo que evidentemente, supone un proceso que debe iniciarse a la más temprana edad con buenos principios y respeto desde el hogar.
La convivencia social que tienen los jóvenes de esta generación en la vía pública con sus semejantes se ha deteriorado, motivado en la proliferación de adicciones donde se han perdido los principios y autoridad moral, debido a la desintegración familiar y efectos que los encaminan a cometer actos vandálicos y otra clase de delitos y acciones más comprometedores.
De ahí se han degenerado a las pandillas, los anormales, los graffiteros con su nueva variedad el trepé, la prostitución juvenil, riñas colectivas, robos en todas sus modalidades hasta homicidios etc., etc. Muchas familias actuales viven un proceder dentro del hogar como el que a continuación se describe:
A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela.
Se levantan irritados pues se acuestan muy tarde hablando por teléfono o conectados a la Internet.
No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
Idolatran a sus amigos y viven poniéndoles defectos a sus padres a los cuales acusan a diario de que están pasados.
No hay quien les hable de ideologías, de moral y buenas costumbres pues consideran que ya lo saben todo.
Hay que darle su semana o mesada de la que se quejan a diario porque “eso no me alcanza”.
Si son universitarios siempre inventan unos paseos de fin de semana, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo o habiendo fumado marihuana o alcoholizándose.
Definitivamente estamos rendidos y la tasa de retorno se aleja cada vez más, pues aún el día en que consiguen un trabajo, hay que seguirlos manteniendo.
Con esto, me refiero a un segmento cada vez mayor de chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 24 años, y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos que constituyen un verdadero dolor de cabeza.
¿En que estamos fallando? Para los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo retirado es que se levantaban de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que limpiar la casa; que lustraban sus zapatos (algunos fueron boleros y repartidores de periódicos); otros llevaban al taller la costura la ropa que elaboraba la madre o ayudaban en la Iglesia al Presbítero a oficiar la misa cada madrugada.
Lo que le pasó a nuestra generación, es que elaboramos un discurso que no dio resultado: “¡Yo no quiero que mi hijo pase los trabajos que yo pasé!”.
Nuestros hijos no conocen la escasez. Se criaron desperdiciando. A los 10 años ya habían ido a Disney Word mínimo dos veces, cuando nosotros a los 20 no sabíamos lo que era tener un pasaporte. El “dame” y el “cómprame” siempre fue generosamente complacido y ellos se convirtieron en habitantes de una pensión con todo incluido, que luego queríamos que fuera un hogar.
Al final, se marchan al exterior a la conquista de una pareja y vuelven al hogar divorciados o porque la cosa “les aprieta” en su nueva vida.
Para los que tienen hijos pequeños y que pueden todavía moldear, póngalos los sábados o domingos a lavar los carros y a limpiar sus zapatos. Un pagó simbólico por eso puede generar una relación en sus mentes entre trabajo y bienestar.
Las niñas deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.
La música metálica, los conciertos, la tele, la moda y toda la electrónica de la comunicación, han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó vivir.
Estamos comprometidos a revisar los resultados de “si fuimos muy permisivos”, o si sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las domésticas y en un medio ambiente cada vez más deformante.
Ojala que los padres actuales tomen cada quien lo que les corresponde y eduquen sus hijos como Dios manda.
Roberto Fleischer Haro egresado de la IV generación de la Escuela de Policía. Registro Nacional de Seguridad FEHR440205H26223583 e. Mail rfleischer_44@hotmail.com