martes, 11 de mayo de 2010

HOJAS SUELTAS

De porros y cadáveres
Alejandro OLÁIS-OLIVAS
CULIACAN.- Desesperados por la caída del mesías de la improvisada corriente de la traición, Mario López Valdez ----hasta el diputado Aarón Verduzco, recién declarado malovista, ya está de regreso en el PRI---, los porros de papel del periódico de los monitos a color, seguramente reprobados en matemáticas, invocan condiciones de igualdad entre los candidatos a gobernador en vísperas de arrancar el viernes de enfrente las campañas, ante la irrefutable encuesta de ir arriba el gallo tricolor Jesús Vizcarra Calderón, con 4 puntos de ventaja.
ILDEFONSO SALIDO IBARRA
Es difícil aceptar la clara diferencia cuando improvisados embarra-cuartillas escriben por hambre y no vocación, incapaces de tirar la primera piedra ----remember el asunto del avioncito de Ildefonso Salido Ibarra---, llegando al descaro de vender la idea de una lucha de clases, entre ricos y pobres, estigmas superados en el Sinaloa de unidad de nuestros días, confundiendo a la ciudadanía desde el burdo sitial de rectores de la opinión pública.

FORTUNATO ÁLVAREZ ( 1967 )
En ese renglón, debe aclararse por salud mental, en efecto los dos, Chuy y Malova, vienen de cuna humilde, pero el éxito en los negocios se les ha dado de manera distinta; a Vizcarra trabajando, y Mario valido de la fortuna política, sin menoscabo de reestructurar recientemente la enorme deuda en dólares de sus ferreterías, dando fe en Hermosillo, el notario Juan Antonio Ruibal Corella, prometiendo liquidar el total en cuanto llegue a la gubernatura.


SÁNCHEZ CELIS EN PLENA CAMPAÑA POLÍTICA
Tampoco puede presumir objetividad el desempleado político Jorge Medina Viedas, lomo e ‘liebre, viuda del colosismo, cuyos antecedentes como rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa no son precisamente edificantes, amén de morder una mano tras otra el doble del finado polivoz Enrique Cuenca para prenderse de la ubre presupuestal.
Asesinado Luis Donaldo, pronto encontró Medina acomodo con el candidato sustituto, en aras de conseguir la chamba de cuarto nivel como director de Notimex, la agencia informativa oficial, haciendo al actor víctima de una de sus falsas jugadas.

MANUEL Y CUAHUTÉMOC LAZCANO
Era secretario particular del presidente Ernesto Zedillo, el añejo afecto Liébano Sáenz Ortiz ----nos conocimos a principio de los ochenta; él, director administrativo de la mina de Cananea y este tundeteclas reportero de El Sonorense---, quien le ordenó a Medina Viedas nos designara al frente de la agencia regional de Notimex con sede en Hermosillo, pero lejos de cumplir intrigó con el gobernador Manlio Fabio Beltrones, e ignorante del pleito de mi ilustre paisano con el Jefe de la Nación, el nombramiento nunca llegó, menos una explicación del infidente, cuyos turbios manejos aflorarían en el sexenio siguiente, escudándose Jorge para evadir responsabilidades en la trinchera de maestro universitario.
Por el septuagenario--- en 1967 tenía 34 años----, Fortunato Álvarez Castro tampoco se puede hacer escarnio, por la pena ajena de advertir los efectos de la senilidad y vivir de recuerdos, añorando sus escasos días como gobernador provisional y ocultando por supuesto como forzó en 1975 a Alfonso Genaro Calderón Velarde para alcanzar la alcaldía de Culiacán, utilizando la amistad con Mario Moya Palencia, a la sazón secretario de Gobernación del echeverriato, condiscípulo suyo en las aulas universitarias.
Para su infortunio Moya no arribó a la presidencia, confirmándose el adagio de no todo es posible en la vida, quedando únicamente para el anecdotario de don Fortunato, el episodio estelar de su carrera política, al relevar al timón de la entidad al gobernador Leopoldo Sánchez Celis.
Peor aún, su ejercicio fue acotado, pues Polo no soltó las riendas ni agonizando, cuando se vio en la necesidad de ceder la estafeta constitucional al joven secretario de gobierno Álvarez Castro, a quien terminaría echando del gabinete por faltarle al respeto al honor de un ser querido, aguantando la bilis, a un tris de ordenarle al gatillero Antonio Murciélago Arámburo, lo matara.
Fue una necesidad imperiosa el abandonar Sánchez Célis transitoriamente la gubernatura cuando víctima de una enfermedad intestinal complicada, fue trasladado de urgencia a Houston, Texas, en enero de 1967, mediando permiso de 28 días, del Congreso del Estado.
La intervención quirúrgica en el nosocomio norteamericano fue un fracaso, empeorando la salud de Polo, y prendiéndose la alarma de la clase política al vencerse el término concedido, surgiendo providencial el talento del presidente del Supremo Tribunal de Justicia, Alberto Sánchez González, recomendando bastaría pisara el gobernador el solar sinaloense, para renovar la licencia, y en virtud de lo ocurrido en Houston, se optó por moverlo al Centro Médico Nacional.
Así, la avioneta hizo escala en Mazatlán, sólo para bajar un pie del avión y literalmente tocar tierra, dado el dramático estado de debilidad del enfermo, siendo en la capital mexicana donde los médicos del Seguro Social atinaron en la solución clínica, y hasta entonces fue insoslayable nombrar un sustituto de 60 días, tiempo estimado de la convalecencia, y lo cubrió Fortunato, a partir del 27 de febrero de dicho 67, al rehusar Manuel Lazcano Ochoa el privilegio por lealtad a Polo, anteponiendo el deber de permanecer en su sitio controlando el poder legislativo.
En ése orden de ideas, enésimo episodio de escándalo nacional, fue el enfrentamiento de Sánchez Celis con el dirigente del PRI, a raíz de escuchar del poblano ejecutivo federal en fiesta de cumpleaños del jerarca partidista, el 4 de noviembre de 1964, a Carlos Madrazo no hay que creerle todo, dándole frase la confianza requerida para hacer frente al impetuoso tabasqueño, cuando disintieron sobre el procedimiento para nominar candidatos a los ayuntamientos, al apegarse el gobernador a los caminos ortodoxos de los sectores realizando auscultaciones previas a la asamblea y llegar a ella con una decisión, mientras el líder nacional aspiraba a proposiciones discutidas a voz en cuello en la base.
Conocidos e identificados en el antaño juvenil, cuando Madrazo fue nombrado presidente del PRI, don Leopoldo cubrió todos los protocolos, felicitándolo e invitándolo a visitar el Estado, y al reclamarle amistosamente más tarde hubiera ido a otras entidades, sin venir a Sinaloa, el antiguo amigo acotó en forma cariñosa, tú no necesitas que yo vaya allá donde todo está en orden, sin menoscabo de pretender de repente, en 1965, ante la cercanía de las elecciones municipales, tomar todo bajo su control.
El jerarca tricolor montó en su macho y el gobernador en el suyo, con la diferencia de pelear éste en su propio gallinero, y al presentarse el secretario de gobierno Alejandro Barrantes a jugarla independiente en el municipio de Culiacán, con el apoyo del mandatario local, Madrazo ordenó el retiro los candidatos del PRI en la capital y en Rosario, y después de rudo pleito por teléfono, cortaron toda comunicación y esperaron la decisión final del palacio nacional.
A diecisiete días del rompimiento, una llamada del ministro del interior le dio a Sánchez Celis la clave de cómo se resolvería el enfrentamiento, al comunicarle Luis Echeverría la satisfacción del presidente por la forma prudente como se había conducido, terminando el drama cuando el 22 de noviembre de 1965, Madrazo renunció a su cargo, luego de celebrarse dos semanas antes de la dimisión, el día 7, las elecciones al modo de Polo y sin problemas.
Innegables fueron las habilidades de Sánchez Celis en el quehacer público, sin embargo el testimonio postrero de uno de sus hombres de confianza, el precitado Lazcano Ochoa, lo desmintió llanamente, al precisar en sus memorias la razón por la cual, por ejemplo, le ganó el pleito a Madrazo, inhabilitando en las elecciones municipales de 1965 a Ernesto Higuera López.
Dirigente Lazcano del PRI estatal, desgranó como después de vencer Barrantes a Higuera por 22 mil a 18,000 sufragios emitidos en comicios internos organizados cual si fueran constitucionales, Madrazo lo mandó llamar al Distrito Federal y sentándolo en el banquillo de los acusados, le reclamó irregularidades del procedimiento.
De entrada Manuel intentó explicar, pero el líder priísta lo interrumpía enojado, no, no, no es así Lazcano; lo cierto es que hubo un candidato del gobernador, Alejandro Barrantes, y un candidato popular, un candidato del pueblo, Ernesto Higuera, y es el meollo de la situación, enfatizando, ¿dime porqué presentas tú la situación en otro sentido?
Ante el imperativo, Lazcano argumentó, bueno, señor presidente, es que a usted le informan sólo lo que le conviene; no le informan todo, no le han informado la circunstancia de que el comité del partido en Sinaloa esté impedido de reconocer un triunfo de Higuera, si ese fuera el caso, porque está incapacitado constitucionalmente, y no vamos a ir a una elección constitucional con el que no llena los requisitos, pues para ser presidente municipal se requiere ser nativo del municipio y contar con una residencia efectiva de seis meses antes de la elección.
Evocando el trance, don Manuel añadió, Ernesto cometió un error cuando se registró siendo director de precios de la secretaría de Industria y Comercio, ya que puso que tenía ese cargo y anotó el domicilio particular de la ciudad de México, e igual le ocurrió 21 años más tarde a Francisco Labastida, a punto de disputar la gubernatura, y no pasó nada, porque tenía a su favor la voluntad del presidente Miguel de la Madrid.
En 1965 el alegato de Lazcano surtió efecto, pues Madrazo tomó la Constitución, se cercioró del texto subrayado por el interlocutor y volteó a ver a el secretario general del comité ejecutivo nacional inquiriendo, ¿sabías de esto, lo conocías, verdad Lauro? (Ortega, su relevo al timón del partido) increpando al subalterno transido de ira, consciente de su distanciamiento de Díaz Ordaz, cuyo odio lo empujaría a la tumba en 4 años, al estrellarse el jet donde acompañado de su esposa Graciela Pintado, don Carlos llegaba a apadrinar una boda en Monterrey el 4 de junio de 1969.
En general la historia es aleccionadora y sirve para deshacer entuertos, aprovechando la oportunidad para agradecer a Gilberto Javier López Alanis, director del Archivo Histórico del Estado, el bonche de libros con testimonios desde cuando esto se llamaba Cinaloa, así con C, por allá en los 1600.

Dios los bendiga.
a_olais48@hotmail.com